Arde Londres - por Francesc Sánchez
Sección de Opinión
Arde Londres - por Francesc Sánchez
Esta semana miles de jóvenes ingleses se han lanzado a las calles para enfrentarse a la policía y quemar comercios, vehículos, y hasta viviendas. Es un ataque en toda regla a la propiedad privada en el país que fue en el pasado la cuna del capitalismo contemporáneo. Tottenham, Hackney y otros barrios londinenses han sido tomados por la policía y ya hay más de mil detenidos. La revuelta ha traspasado las fronteras de Londres y ahora se extiende por Manchester, Birmingham y Liverpool. Es imposible no recordar la revuelta francesa en las Cités de Paris donde los jóvenes competían entre si para ver quién quemaba más vehículos. El detonante en Francia fue la muerte de dos chavales a manos de la policía, en Inglaterra sucedió lo mismo con el joven Marl Duggan. El trasfondo en los dos lugares es la falta de oportunidades que estos jóvenes tienen en los barrios más pobres y desasistidos de la periferia de las grandes ciudades.
El primer ministro Cameron y su gobierno hablan de delincuencia, de una parte de la sociedad inglesa que “está enferma”, mano dura, y castigo, pero nada dicen de las causas que han llevado a estos jóvenes a pasar a la acción. Me viene a la memoria el episodio de la Semana Trágica en la Barcelona de 1909, cuando en un embarque de tropas hacia Marruecos las aristócratas dieron medallas, escapularios y tabaco a los soldados, mientras sus hijos evitaban ir a la guerra porque se lo podían permitir, y se inició la rebelión. De repente, en esa semana que fue del 26 de julio al 2 de agosto, la ciudad obrera se enfrentó a la ciudad de los prodigios de la burguesía. Las iglesias y los conventos, que simbolizaban el poder establecido y monopolizaban la educación de los chavales, fueron pasto de las llamas por la acción de les cremaconvents. La ciudad fue aislada por el ejército y –para evitar que el movimiento se extendiera por el país- se anunció que la revuelta era de carácter separatista. Los sindicatos y las escuelas laicas fueron clausurados: uno de los cabeza de turco asesinado –se le acuso de instigar la revuelta- fue Francesc Ferrer i Guàrdia, fundador de la Escuela Moderna, un proyecto práctico de pedagogía libertaria.
Las imágenes de jóvenes robando y quemando comercios pueden ser lamentables, son censurables, sobre todo porque muchos de estos comercios pertenecen a familias humildes, pero van más allá de la delincuencia común, son, como decía más arriba, un ataque a la línea de flotación del sistema capitalista. Estos jóvenes que permanecían en la marginalidad de las grandes ciudades han decidido pasar a la acción atacando aquello que les es negado. Y lo han hecho –irónicamente- coordinados a través de Internet y teléfonos móviles, productos de este sistema capitalista al que se han decidido enfrentar. La muerte de Marl Duggan como la muerte de Mohamed Bouazizi en Túnez han sido los desencadenantes de sendas revueltas contra el poder establecido. La diferencia es que en Túnez, Egipto, Libia, Siria, etc. el pueblo se ha enfrentado y se enfrenta a la tiranía del partido único para exigir libertad y democracia mientras en Inglaterra –y Francia antes- hay una rebelión contra lo peor del sistema capitalista que los árabes deberían también cuestionarse.
El asesinato de tres ciudadanos ingleses de confesión musulmana que vigilaban sus comercios es un crimen del todo intolerable. Sienta un mal precedente en una sociedad multicultural en donde –sobre todo en tiempos de crisis- debería haber más cosas que unen que separan. Tristemente retrotrae la matanza de Breivik en Oslo donde el rostro del fascismo terminó con la vida de 76 personas porque consideraba que los socialistas habían permitido la invasión de Europa por parte de los musulmanes. Estos hechos desdibujan el escenario en donde la población de una u otra manera –lo tenemos en los valientes griegos que están luchando de nuevo en las Termópilas, y también lo tenemos en la misma España con el 15M, movimiento que ha sido imitado por todo el mundo- se ha indignado con el estado de cosas que nos han impuesto y se ha puesto en marcha aunque no se sepa bien bien hacia donde. La alternativa que nos muestran a los cambios que necesitan nuestras sociedades es la ley del más fuerte que imponen los mercados y unos estados cada vez más debilitados que nos amenazan con nuevos recortes sociales en un estado del bienestar que costó siglos en construirse. Es una vuelta al siglo XIX. La alternativa a la democracia en una sociedad son los recortes en derechos y libertades, es un regreso al fascismo. La alternativa es cambiar esta situación o largarnos.
Los sucesos de Inglaterra en mi opinión no han de verse meramente como fruto de la delincuencia común, tampoco como una revolución porque la fuerza bruta sin ideas no lleva a ninguna parte, pero si como una revuelta que es el reflejo de un estado de cosas que no funcionan. La mano dura puede contener la situación temporalmente, como sucedió en la semana Trágica en Barcelona, pero el descontento seguirá ahí: en los años que siguieron a 1909 el movimiento obrero catalán y español no hizo otra cosa que crecer, y la clase política tuvo que traer la II República. Un periodo prometedor lleno de esperanzas que fue truncado por los militares en 1936: momento en que se inició la guerra civil pero también, cabe recordarlo, la revolución social. En cualquier caso no deberíamos olvidar que la verdadera revolución es la que empieza en nosotros mismos.
Francesc Sánchez - Marlowe. Barcelona.
Redactor, El Inconformista Digital.
Incorporación - Redacción. Barcelona, 11 Agosto 2011.
Artículo relacionado: - Inglaterra en llamas
Arde Londres - por Francesc Sánchez
Esta semana miles de jóvenes ingleses se han lanzado a las calles para enfrentarse a la policía y quemar comercios, vehículos, y hasta viviendas. Es un ataque en toda regla a la propiedad privada en el país que fue en el pasado la cuna del capitalismo contemporáneo. Tottenham, Hackney y otros barrios londinenses han sido tomados por la policía y ya hay más de mil detenidos. La revuelta ha traspasado las fronteras de Londres y ahora se extiende por Manchester, Birmingham y Liverpool. Es imposible no recordar la revuelta francesa en las Cités de Paris donde los jóvenes competían entre si para ver quién quemaba más vehículos. El detonante en Francia fue la muerte de dos chavales a manos de la policía, en Inglaterra sucedió lo mismo con el joven Marl Duggan. El trasfondo en los dos lugares es la falta de oportunidades que estos jóvenes tienen en los barrios más pobres y desasistidos de la periferia de las grandes ciudades.
El primer ministro Cameron y su gobierno hablan de delincuencia, de una parte de la sociedad inglesa que “está enferma”, mano dura, y castigo, pero nada dicen de las causas que han llevado a estos jóvenes a pasar a la acción. Me viene a la memoria el episodio de la Semana Trágica en la Barcelona de 1909, cuando en un embarque de tropas hacia Marruecos las aristócratas dieron medallas, escapularios y tabaco a los soldados, mientras sus hijos evitaban ir a la guerra porque se lo podían permitir, y se inició la rebelión. De repente, en esa semana que fue del 26 de julio al 2 de agosto, la ciudad obrera se enfrentó a la ciudad de los prodigios de la burguesía. Las iglesias y los conventos, que simbolizaban el poder establecido y monopolizaban la educación de los chavales, fueron pasto de las llamas por la acción de les cremaconvents. La ciudad fue aislada por el ejército y –para evitar que el movimiento se extendiera por el país- se anunció que la revuelta era de carácter separatista. Los sindicatos y las escuelas laicas fueron clausurados: uno de los cabeza de turco asesinado –se le acuso de instigar la revuelta- fue Francesc Ferrer i Guàrdia, fundador de la Escuela Moderna, un proyecto práctico de pedagogía libertaria.
Las imágenes de jóvenes robando y quemando comercios pueden ser lamentables, son censurables, sobre todo porque muchos de estos comercios pertenecen a familias humildes, pero van más allá de la delincuencia común, son, como decía más arriba, un ataque a la línea de flotación del sistema capitalista. Estos jóvenes que permanecían en la marginalidad de las grandes ciudades han decidido pasar a la acción atacando aquello que les es negado. Y lo han hecho –irónicamente- coordinados a través de Internet y teléfonos móviles, productos de este sistema capitalista al que se han decidido enfrentar. La muerte de Marl Duggan como la muerte de Mohamed Bouazizi en Túnez han sido los desencadenantes de sendas revueltas contra el poder establecido. La diferencia es que en Túnez, Egipto, Libia, Siria, etc. el pueblo se ha enfrentado y se enfrenta a la tiranía del partido único para exigir libertad y democracia mientras en Inglaterra –y Francia antes- hay una rebelión contra lo peor del sistema capitalista que los árabes deberían también cuestionarse.
El asesinato de tres ciudadanos ingleses de confesión musulmana que vigilaban sus comercios es un crimen del todo intolerable. Sienta un mal precedente en una sociedad multicultural en donde –sobre todo en tiempos de crisis- debería haber más cosas que unen que separan. Tristemente retrotrae la matanza de Breivik en Oslo donde el rostro del fascismo terminó con la vida de 76 personas porque consideraba que los socialistas habían permitido la invasión de Europa por parte de los musulmanes. Estos hechos desdibujan el escenario en donde la población de una u otra manera –lo tenemos en los valientes griegos que están luchando de nuevo en las Termópilas, y también lo tenemos en la misma España con el 15M, movimiento que ha sido imitado por todo el mundo- se ha indignado con el estado de cosas que nos han impuesto y se ha puesto en marcha aunque no se sepa bien bien hacia donde. La alternativa que nos muestran a los cambios que necesitan nuestras sociedades es la ley del más fuerte que imponen los mercados y unos estados cada vez más debilitados que nos amenazan con nuevos recortes sociales en un estado del bienestar que costó siglos en construirse. Es una vuelta al siglo XIX. La alternativa a la democracia en una sociedad son los recortes en derechos y libertades, es un regreso al fascismo. La alternativa es cambiar esta situación o largarnos.
Los sucesos de Inglaterra en mi opinión no han de verse meramente como fruto de la delincuencia común, tampoco como una revolución porque la fuerza bruta sin ideas no lleva a ninguna parte, pero si como una revuelta que es el reflejo de un estado de cosas que no funcionan. La mano dura puede contener la situación temporalmente, como sucedió en la semana Trágica en Barcelona, pero el descontento seguirá ahí: en los años que siguieron a 1909 el movimiento obrero catalán y español no hizo otra cosa que crecer, y la clase política tuvo que traer la II República. Un periodo prometedor lleno de esperanzas que fue truncado por los militares en 1936: momento en que se inició la guerra civil pero también, cabe recordarlo, la revolución social. En cualquier caso no deberíamos olvidar que la verdadera revolución es la que empieza en nosotros mismos.
Francesc Sánchez - Marlowe. Barcelona.
Redactor, El Inconformista Digital.
Incorporación - Redacción. Barcelona, 11 Agosto 2011.
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